El
pensador francés Montesquieu afirmaba que “ el hombre nace bueno y la sociedad
lo corrompe” haciendo alusión al impacto que de ella recibía a través de su
infancia y su adolescencia. En el caso que nos concierne con la educación de
los niños, sucede exactamente lo mismo. El niño nace con todas sus
potencialidades pero la mal llamada educación se encarga de “condicionarlo”
para que actué de tal o cual manera. Y esta educación viene especialmente de
sus primeros maestros que son sus padres. Ellos convencidos de que lo que están
haciendo es lo mejor acuden a sus esquemas mentales, es decir a sus paradigmas
para hacer con sus hijos aquello que sus padres hicieron con él.
Luego van a la escuela y allí se encuentran con “los sabios del momento” quienes les trasmiten por no decir les inyectan todos aquellos conocimientos que ellos consideran son los necesarios para triunfar en la vida. Pero no nos enseñan a pensar. La palabra educación viene de una raíz griega que significa “extraer” pero nuestros “maestros” la traducen por introducir, inyectar. Que tristeza. Cuanta razón tenía el gran dramaturgo Bernard Show cuando afirmaba : Los años de colegio interrumpieron mi formación personal.
Luego van a la escuela y allí se encuentran con “los sabios del momento” quienes les trasmiten por no decir les inyectan todos aquellos conocimientos que ellos consideran son los necesarios para triunfar en la vida. Pero no nos enseñan a pensar. La palabra educación viene de una raíz griega que significa “extraer” pero nuestros “maestros” la traducen por introducir, inyectar. Que tristeza. Cuanta razón tenía el gran dramaturgo Bernard Show cuando afirmaba : Los años de colegio interrumpieron mi formación personal.
No
podemos desconocer la importancia de los conocimientos que debemos adquirir
pero debemos hacerlo siempre bajo la perspectiva no de acumularlos sino de que
nos sirvan de herramientas y de base para poder extraer nuevas alternativas,
nuevas perspectivas ojalá muy diferentes a aquellas que nuestros profesores
quisieron que pensáramos. Estos conocimientos son información que debemos
procesar. Los conocimientos que no se traducen en nuevas alternativas o
acciones no sirven para nada.
Si
complementario a los conocimientos no hay sabiduría, nos quedamos como el
elefante de circo quien siendo después de los delfines el animal mas
inteligente , y en fuerza el mas poderoso, quien después de un largo amaestramiento
se olvida de toda su historia genética, de todo lo que tiene en su cerebro y comienza a actuar
en forma automática según las
“reglas y normas” que le han enseñado, perdiendo así todas sus capacidades fortalezas y habilidades.
Cuando a estos animales se le regresa a su hábitat mueren por física incapacidad para
sobrevivir.
El
Dr. Eric Berne en sus fabulosos trabajos sobre análisis transaccional nos
muestra los grandes errores que se cometen en la formación del niño, cuando nos
habla de las caricias que recibimos desde el momento del nacimiento hasta que
nos sueltan ya marcados con unos traumas que aparecerán cuando seamos adultos. Las
caricias dice él no solo son positivas, hay caricias y desgraciadamente muchas
, que son negativas que son las que nos dejan las marcas en nuestro
subconsciente. Aquel juguete costoso que le dimos al niño de 3 años , costoso
porque tenía sirena, luces, etc, y queríamos que se divirtiera con el, el niño con su
curiosidad innata, lo abre, lo rompe por el solo deseo de SABER porqué alumbra
,porqué pita, porque se mueve solo. Cual es la reacción de los padres cuando el
niño rompe el juguete para saciar su curiosidad ? Lo dejo a su reflexión. Allí
se produce una caricia negativa que solo
servirá para que el niño decida no volver a ser curioso, no querer hacer nada
nuevo, no pensar, solo actuar como sus padres le dijeron… es decir le han
castrado su imaginación , su creatividad lo mas bello para ser feliz. Lo volvimos
sencillamente elefante de circo.
Aquí
hemos comenzado a matar el estímulo de que nos habla Cornejo, si el estímulo y
el reconocimiento son la principal semilla para un desarrollo armonioso qué
podemos esperar cuando nos cortan las alas apenas comenzamos a caminar ? Que
optimismo podemos encontrar en esos pequeños sabios cuando ya los hemos
programado para que no toque, no suba , no corra, quédese quieto, estúpido,
etc. etc.
Aquí
personalmente encuentro una de las principales causas del desempleo, entendido
éste en un sentido mas amplio que el de ser contratado por una empresa.
Desempleo en la incapacidad de generar una fuente de ingresos por sus propios
medios, siempre estamos esperando que el otro nos ayude, que nos de una manito.
Somos unos dependientes por dos razones: una. Nos han programado para serlo,
otra desconocemos el diamante que todos llevamos dentro. Por eso una de los
propósitos fundamentales de la educación debe ser el ayudar a la persona para
que se vea a sí mismo y se aterre de todas las riquezas de las cuales nos dotó
Dios.
El
Dr. Cornejo nos dice que debemos olvidarnos de las debilidades que cada uno
tiene y centrarse específicamente en sus fortalezas. Obviamente es en el
desarrollo de sus fortalezas que unido a
una gran pasión el éxito puede estar a la vuelta de la esquina. Me
permito disentir un poco de esa afirmación puesto que hemos visto como aquellas
personas que triunfan son aquellas que
se conocen profundamente pero mas que
conocer sus fortalezas conocen sus debilidades, pues es en el
reconocimiento de sus debilidades y la
superación de las mismas que puede aprovechar mejor sus fortalezas. Que tal que
una debilidad sea tan fuerte que sea la traba definitiva para que sus
fortalezas no se puedan poner a funcionar ? No se trata de quedarse en la
superación de las debilidades, sino de reconocerlas y comprender porqué alguna
de ellas puede ser una barrera para su éxito. Cuando lo reconozca podrá empezar
a buscarle una solución hasta convertirla porqué no en una fortaleza.
Me encuentro de acuerdo con lo planteado y reflexionado por ti Gildardo. Considero que hemos sido socialmente castrados cuando de autonomía se trata. Estamos inmersos en una sociedad que promueve todo lo contrario, la dependencia a nuestras parejas, al dinero, a la moda, al consumismo en general. Disminuimos progresivamente nuestra capacidad de decisión simplemente porque decidir por sí mismo no es promovido por la mayoría. Sinembargo, hay una verdad y es que aunque nuestra sociedad y nuestros padres no nos hayan educado para ello, no significa que no seamos capaces de hacerlo. Solemos repetir los errores cometidos con nosotros en la crianza de nuestros hijos, nos quejamos por las injusticias de los demás pero no aplicamos la justicia en nuestra cotidianidad. Nos quejamos de lo mal que pueden tratarnos los demás y "por ello" tratamos mal también. Culpamos a todos, absolutamente a todos los factores externos que nos sean posibles para justificar nuestra condición. Pero no nos animamos a reflexionar nuestro modo de aceptar o reforzar todo aquello que podemos considerar como negativo. Simplemente porque nos despojamos de todo lo que conlleve responsabilidad. Recuperar la autonomía, el autocontrol, la espiritualidad de la que habla Cornejo requiere compromiso y responsabilidad por parte nuestra. Pero el punto es que generalmente no se está preparado para ello. Sinembargo mantengo la idea de que el hecho de que no hayamos estado preparados para un cambio positivo de vida no quiere decir que jamas podamos estarlo, el que eso pase depende única y exclusivamente de nosotros mismos.
ResponderEliminarEn una de las cosas en que más encontramos dificultad al trabajar con jóvenes es que se entienda que la educación no es algo automático como tan solo ir al colegio y cumplir con un horario de clase, con unas notas, con aspectos que se esperan de ellos.
ResponderEliminarEn muchas ocasiones, el no lograr entender la educación como parte del plan de vida, hace que surjan el desinterés, la apatía, dificultades para comprender muchos temas, pareciendo que la escuela no es para todos. Así que los jóvenes se convierten en los reprobados en potencia o los aprobados por lástima.
Y a eso nos acostumbran. De niños nos paran a las 5:30 a.m., nos arreglan o nos piden que lo hagamos, llegamos al colegio y nos piden que hagamos cosas que nos dicen son importantes.
En primaria parece ser evidente: aprender a sumar, restar, leer es algo importante. Ya cuando empezamos a ver álgebra, ética, historia, literatura, para muchos empieza a perder utilidad lo que se enseña.
Y esta forma de ver las cosas parece que muchos ya en nuestra vida adulta la reproducimos. Vamos al trabajo porque toca ganarse la vida, llegamos temprano porque toca cumplir un horario, me pongo el uniforme porque sino el jefe me despide, en fin, se vuelve una “metoquitis” y las cosas parecen perder su sentido. Nos volvemos el elefante domado que menciona Gildardo.
Es curioso ver cómo muchos empleados de fábrica consideran el uniforme de seguridad como algo que toca ponerse y no como una dotación importante para su integridad física.
La educación integral habla del compromiso de “aprender en realidad”, es decir, aprender no para cumplir, sino con la conciencia de que ese conocimiento en algún momento lo podemos aprovechar junto con nuestras destrezas o dones.
Una educación integral como lo dice Gildardo y lo comenta Angélica, requiere de cambiar paradigmas, salirnos un poco del “me toca” para entender el sentido de las cosas, o por lo menos rescatar el sentido de las cosas que hacemos, para que estemos “aprendiendo en realidad”.